Alumni por el Mundo: Amalia Capilla, científica en Boston

En este mes de abril cruzamos el Atlántico y nos vamos hasta Boston. Allí se encuentra nuestra antigua alumna Amalia Capilla quien nos cuenta en esta entrevista cómo ha llegado a trabajar en EEUU. Amalia es doctora en Biología y está especializada en biología del desarrollo y medicina regenerativa.

1. Hola Amalia, ¿podrías contarnos acerca de tu situación actual?

Actualmente vivo en Boston y trabajo como científica en Sigilon Therapeutics, una empresa biotecnológica fundada por investigadores del MIT. En mi equipo generamos tejido pancreático a partir de células madre y lo rodeamos de un material que tiene la particularidad de no ser reconocido por el sistema inmune. Nuestra finalidad es realizar trasplantes de células pancreáticas en pacientes con diabetes tipo I sin riesgo de rechazo y sin depender de la disponibilidad de donantes.

2. ¿Nos podrías hablar sobre tu trayectoria profesional?

Estudie Ciencias biológicas en la Universitat de Valencia y realicé mi doctorado sobre las bases genéticas de la enfermedad celiaca en el Servicio de Gastroenterología pediátrica del Hospital Universitario La Fe y el Instituto de Biomedicina de Valencia (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC). Después de terminar mi tesis, me pase al campo de la ciencia básica estudiando mecanismos moleculares implicados en la generación de tejidos durante el desarrollo embrionario. Durante esa época se dejaron de invertir fondos públicos en ciencia básica, mi proyecto dejo de tener financiación y la situación en España era cada vez más precaria. Era el momento de parar a pensar que hacer con mi vida.

Decidí entonces hacer un voluntariado y me fui dos meses a Haití con la Fundación Juntos Mejor. Allí me di cuenta de que no podía tirar por la borda mi formación y la suerte de tener una educación y tantísimos recursos y oportunidades. Volví sabiendo que debía continuar ayudando a la sociedad de la manera que mejor sabía, investigando enfermedades. Cogí la maleta y me fui a Estados Unidos para poder seguir con mi carrera. Estuve un año en UCSD (University of California, San Diego) y después tres años en Boston University, donde aprendí a trabajar con células madre para generar tejidos y emplearlos como modelo de enfermedades.

  1. ¿Y sobre tu situación personal?

Estoy casada y tengo un hijo de 3 años, Tristán. Somos un gran equipo. Mi marido es español y nuestro mayor anhelo es poder volver a España para compartir todo lo que hemos aprendido, que Tristán pueda tener raíces y crecer jugando con sus primitos, tíos y abuelos.

  1. Número de Promoción

XXVII

  1. ¿Mantienes contacto con tus ex compañeras de clase?

Sí, a pesar de la distancia, tenemos un grupo de WhatsApp con el que estamos en contacto y nos mantenemos al día. ¡A veces echa fuego! También conservo amigas del alma con las que he crecido en el cole y son como hermanas para mí. Quedo con ellas siempre que vuelvo a España a pasar unos días. Me hacen sentir que nunca me he ido.

  1. ¿Alguna profesora en concreto que recuerdes con especial cariño?

Creo que no estaría donde estoy si no fuera por Belén Garrido. Ella me transmitió la pasión por la ciencia y el conocimiento de lo que nos rodea. La sigo en las RRSS y sigo aprendiendo de ella. Conservo recuerdos entrañables de la mayoría de las profesoras que tuve. De cuando era pequeñita: Amparo Amorós, Vicky, Marisa Tortosa, Cristina Baixauli… ¡qué bien enseñaban y cuánto nos querían! Marisol Cruces, Mapi, Amparo Férez, Carmela, María Jesús Taberner, María José Ferragut, María José Montesinos…que risa si lo pienso…Engracia, ¡Emilia! Me acuerdo de sus gestos y de un montón de anécdotas y frases míticas: “Eso está hecho un gurruño!”  “¡Tenéis que pronunciar como las de Valladolid!”.

  1. En tu vida personal, ¿notas que Guadalaviar te ha dejado huella?

Por supuesto, entré con 5 años y salí con 17. ¡Imagina! El haberme rodeado de profesoras brillantes y mujeres que eran grandes líderes ha hecho que no me amedrante en la vida, que pelee, que sea fuerte, que defienda mis ideales y que no me ponga límites.

Además, en mi clase había compañeras geniales, niñas buenísimas llenas de talento a las que admiraba y me hacían querer ser mejor persona.

Por otro lado, el sentido y los valores de la familia que se vivía en el cole me ha marcado mucho, me fascinaban las familias numerosas de mis compañeras. Otra huella importantísima ha sido el respeto a la vida, la ética y la vocación de ayudar a los demás.

  1. ¿Y en el terreno profesional?

En Guadalaviar viví una circunstancia especial: empecé un año adelantada y siempre he sido la más pequeña de mi clase. Tenía que sacar siempre las mejores notas para no repetir, dadas mis circunstancias. Era sobresaliente, o nada. Eso me hizo madurar más rápido y que el esfuerzo y la resiliencia sean factores que me han acompañado siempre en la vida y me han hecho ser como soy. Aprendí el sentido de la disciplina y la excelencia en el trabajo. Recuerdo que en segundo de EGB pase una temporada difícil porque iba por detrás de mis compañeras. Amparo Amorós me ayudó muchísimo, me esforcé y conseguí sacar el curso con sobresaliente. Ese año me dieron el banderín de la fortaleza y aunque parezca una tontería, fue un momento que marcó el resto de mi vida. Fue la llave hacia el camino del “Tú puedes con todo”. Tenía 7 años y aun lo tengo colgado en la pared.

  1. Con qué tres palabras definirías Guadalaviar

Fortaleza, estudio y amistad.

  1. Por último, cuéntanos alguna anécdota o recuerdo especial que tengas del colegio

Tengo un recuerdo muy especial de las comuniones. De cuando la recibí (que me acuerdo de cada momento y cada detalle), y cuando formamos parte del coro en 1° BUP y ensayábamos a tope con Emilia. Esa entrada brutal con nuestras voces sincronizadas cantando en latín…

También recuerdo, antes con pavor y ahora con gratitud, los exámenes orales con tribunal. ¡Que nervios! Ese día nos lo pasábamos todas como locas casi sin poder respirar.

Estoy deseando que sea nuestra cena de promoción para poder revivir todos esos momentos. Iré, ¡aunque tenga que cruzarme el Atlántico!

¡Muchísimas gracias, Amalia! ¡Un abrazo hasta Boston!

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