Entrevista a Andrea Leoz, promoción 43

¡Bienvenida, Andrea! En primer lugar, muchas gracias por concedernos esta entrevista y por tu disponibilidad. ¡Vamos allá!

¿Podrías contarnos tu historia antes de entrar en el convento?

Lazo de amor divino: 

Mi historia, como la de todos, es bellamente única. A día de hoy, veo fuertemente presente el amor de Dios en ella, no ha sido fácil reconocer la mano de Dios en mi vida cuando el sufrimiento parecía tener la última palabra, pero finalmente el Amor vence siempre.

 

Ahora veo en el sufrimiento de mi vida un regalo de Dios. Nací en Rumanía y pasé seis años en un orfanato, no pude crecer en esa niñez feliz con el cariño de unos padres. Esas carencias parecía que iban apagando mi ser, pero ahí mismo en esa oscuridad extrema, y en ese grito de un ser pequeño en un mundo tan grande, Dios vino a salvarme, como versa este Salmo: Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.

 

Nunca perdí la esperanza, y Él me regaló unos padres. Un matrimonio de Valencia me recogió del orfanato y me mostró el amor, que yo hasta ese entonces desconocía. Pasé de una tristeza oscura a una alegría esperanzadora, conociendo y buscando el sentido de amar y ser amada. Aquello para mí quedó sellado para más adelante dar un sentido a mi vida.

 

Cuando llegamos a España, mis padres, buscaron incansablemente un colegio, cosa que no era fácil porque el curso ya estaba empezado. En todos los colegios que preguntaron les dijeron que no tenían plazas, hasta que llegaron a Guadalaviar, donde me abrieron las puertas de par en par. Ahora veo la mano de Dios en todos estos asuntos que solo parecían cosas del azar.

Ha sido más adelante, ahora que soy una mujer, cuando he sido consciente de los frutos que fueron sembrados durante mis años en Guadalaviar.

 

Tuve una adolescencia algo rebelde, pero aun así pude bautizarme, tomar la comunión y confirmarme. En Guadalaviar recibí el regalo de la formación en la Fe, aunque en ese momento no estuviera muy lúcida a este respecto, pues no negaba a Dios, pero sí lo esquivaba, así que desconocía quién era Dios realmente.

 

Fue una noche, en medio del mundanal ruido, con unas copas de más, rodeada de gente, que Dios se hizo presente. El mundo se paró a mi alrededor y sentí su mirada en lo más profundo de mi alma, llamándome a algo más grande que aquello en lo que me encontraba inmersa. Fue esa noche cuando por primera vez sentí esa llamada, en medio del mundo, Dios tocó mi alma.

¿Cómo descubriste tu vocación?

Cuando menos lo esperaba. Estaba en un momento de crecimiento interior, empecé a recibir formación y crecer en la Fe, pero por otro lado no dejaba preguntarme dónde estaba Dios, y porqué mi vida había sido así.

 

Una amiga del Camino Neocatecumenal me propuso irme de retiro a un convento de clausura, yo no sabía dónde iba, pero acepté ir a lo desconocido.

 

Conocer la vida de la clausura despertó en mí un deseo de Dios que desconocía, pero en lugar de seguir indagando por ese camino, di la espalda a su llamada y volví a lo mundano. Deseaba enamorarme de alguien, pensando que quizá era eso lo que necesitaba en lugar de responder a la llamada de Su Amor. Fue gracias a ese amor terrenal que vi claro el anhelo de mi alma hacia Dios. No tenía claro qué estaba pasando, pero vi claro a Dios en mi historia, su providencia divina, y entendí que era yo para Él y Él para mí. “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti’’ San Agustín.

 

 

“Al amor que te lleva no le preguntes donde”. Al conocer la clausura aquellas palabras resonaron en mi alma, me vi en el lugar perfecto, en el momento indicado.

En la miseria, en la pobreza, en el sufrimiento, es donde Jesús se hace más patente, por eso pienso que mi llegada al mundo fue de Dios, pues del abandono nació mi lazo de amor divino.

 

En tu vida personal, ¿notas que Guadalaviar te ha dejado huella?

¡¡Y tanto!! Me ha dejado un precioso recuerdo y una formación que me hace ser quien soy ahora. A veces, viajo a mi infancia y anhelo revivir todo lo que crecí en Guadalaviar, tengo tantos buenos recuerdos… extraño muchísimo a mis amigas, con las que construí una amistad férrea. Ahora, aunque cada una hayamos tomado caminos diferentes, las quiero y guardo en mi corazón como un precioso regalo y sé que ellas también lo hacen.

También guardo a mis profesoras con un cariño muy especial. Para mí Guadalaviar era como estar en casa, siempre me sentí muy querida. Aunque fuera una niña y una chica rebelde, siempre  se reflejaba amor en su trato y formación.

 

¿Mantienes contacto con las que fueron tus compañeras de clase?

Sí, con algunas. Hace un tiempo pude quedar con una compañera a la que hacía tiempo que no veía pero de la que guardaba un gran recuerdo y fue genial reencontrarnos y recordar tantas anécdotas juntas. También nos pusimos al día y acabamos llorando, se emocionó mucho cuando le dije que había ido a conocer a mi madre biológica en Rumanía y hablamos sobre el perdón. Aquí entendí que fue Dios quien perdonó a mi madre biológica y no yo, y ese ha sido para mí uno de los mayores regalos.

 

¿Alguna profesora en concreto que recuerdes con especial cariño?

Nombraría a muchas de las que me dieron clase, las recuerdo a todas con muchísimo cariño en especial a cristina Baixauli. Pero en realidad, si tuviera que decir a alguien en especial diría a a la que era la directora en ese momento, Montse. Guardo con un cariño muy especial el recuerdo de mi entrada en Guadalaviar, que no fue nada fácil, teniendo en cuenta que no hablaba el idioma, que era una cultura diferente y además estaba comenzando una nueva vida con mi nueva familia. Recuerdo la dulce mirada con la que me recibió, que llenó de esperanza mi corazón de niña, ese encuentro para mí fue inolvidable y precioso, me sentí acogida como una madre recibe a sus hijos con los brazos abiertos.

Así que sí, tengo muchos recuerdos preciosos, pero me quedo con este.

Con qué tres palabras definirías Guadalaviar

Fe, Respeto, Amor.

Esas tres palabras son para mí la clave que define Guadalaviar. Sin fe no se crece, sin respeto no habría paz, y el amor es quien vence al mal.

 

Por último, cuéntanos alguna anécdota divertida o recuerdo especial que tengas del colegio.

Tengo muchas anécdotas graciosas, de poco valor, pero una de ellas, por ejemplo, fue que, estando en clase de plástica, fui al baño a limpiar los pinceles y volvía cantando por el pasillo a todo volumen sin ser consciente de ello, al entrar en clase continué con mi concierto en medio de un silencio sepulcral y cuando pregunté por qué me miraban todas así, la profesora me dijo “¿En serio? pero si nos estas dando un concierto”… Esta anécdota me costó un punto menos en el examen, pero dejé un momento de alegría inconsciente a toda la clase.

 

Mil gracias por contarnos tantas cosas, Andrea, ¡ha sido muy inspirador!

¡Un abrazo!

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