Entrevista a Sor Sol Myriam, monja de clausura de la promoción 26

Este mes de junio hablamos con Sor Sol Myriam, de la promoción 26. Sor Sol Myriam es monja de clausura de la Orden de las Hermanas de Belén y vive en un monasterio en Francia.

¡Hola, Sor Sol Myriam!

¿Podrías hablarnos de tu vocación?

Cuando llegué al colegio tenía 8 años. Mi familia en ese momento no practicaba, ni iba a la Iglesia, de manera que aterricé en el colegio sin ni siquiera saber recitar el padrenuestro o un simple avemaría. Así empezó mi aventura.

En mi clase todas habían hecho ya su primera comunión, así que las profesoras me prepararon en aquel año de manera muy especial, particular e intensiva para aquel gran acontecimiento. Esto marcó para siempre un antes y un después en mi historia. Fue una bomba atómica en el interior que cambió la dirección de mi vida para siempre. Y fue muy importante porque en mi familia había mucho sufrimiento y en medio de aquello me enamoré de Dios, de su Bondad que apenas descubría, de su proyecto de amor con los hombres. Todo aquello era una luz nueva y fascinante con la que podía interpretar el mundo en que vivía con una luz de amor y de esperanza que daba sentido a todo.

Años más tarde, en tercero de BUP, cuando cumplí los 17 años, todo aquello se había quedado guardado en algún rincón escondido de mi corazón. Yo era una chica normalita que había tenido hasta un noviete.

Se me presentó la ocasión de ir a un retiro de 4 días con unas amigas a un monasterio de clausura sin ningún tipo de inquietud vocacional. Jamás se me había pasado por la cabeza llegar a ser monja de clausura. El caso es que Dios me sorprendió…

Lo que sentí allí fue una correspondencia impresionante entre lo que yo llevaba dentro de mí escondido, como sed profunda, y lo que yo veía fuera de mí en esas monjas desconocidas. Se despertó de nuevo aquel deseo de darle todo a Dios, de pertenecerle completamente de devolverle todo aquello que había recibido gratuitamente y que había cambiado el rumbo de mi vida haciéndome muy feliz. Así que no esperé mucho más. Al terminar el verano no empecé el nuevo curso y me fui directamente al monasterio sin cursar el COU, ¡y así hasta hoy! Cada día más enamorada, habiendo pasado por fuego y por agua, por sonrisas y lágrimas, como sucede en todo amor auténtico.

 

¿Mantienes contacto con las que fueron tus compañeras de clase?

Siempre guardé el contacto especialmente con una de ellas, Inma, que se convirtió en una gran amiga, y a través de ella he podido permanecer en vínculo con las demás. Unas más que otras. En los momentos de dificultades ellas me confían sus intenciones y yo las mías. Es un regalo. Recientemente en la enfermedad, me he sentido muy acompañada en la oración por ellas, y ha sido precioso. Es cierto que al vivir en un monasterio de clausura el contacto es un poco diferente de lo habitual, es menos frecuente, pero te aseguro que muy intenso, profundo y auténtico. Cuando por circunstancias excepcionales he salido del monasterio y venido a Valencia siempre he podido volver a contactar con alguna e incluso varias, Además de pasar por el oratorio del colegio para sentirme en comunión.

¿Alguna profesora en concreto que recuerdes con especial cariño?

¡Oh siiii! Una gran lista, entre ellas Lola Serrano, Isa Torres, Engracia, Blancamelia, que fueron mis tutoras, y grandes referentes para mi persona en formación. No olvidaré nunca lo mucho que me cuidaron, la paciencia que tuvieron conmigo y lo que, como personas, me transmitieron, porque es con eso con lo que me quedé al final. Desgraciadamente las matemáticas, la lengua y el resto se me han olvidado bastante.

En tu vida, ¿notas que Guadalaviar te ha dejado huella?

Sí, creo que he respondido a ello en la pregunta de mi vocación, pero podría añadir que otra de las huellas más profundas es la de la formación como persona humana que el colegio me ofreció y que muchos amigos míos no tuvieron.

Con qué tres palabras definirías Guadalaviar

Familia, formación, forward.

Las tres comienzan por “f” como Fe.

Por último, cuéntanos alguna anécdota o recuerdo especial que tengas del colegio

Me ha venido a la memoria un día histórico y memorable que seguro que más de una recordará. Tendríamos por entonces unos 12 años. Eran más o menos las 4 de la tarde y estábamos en clase de sociales. Yo llevaba en mi boca un chicle “prohibido”, mi compañera de al lado se entretenía mordisqueando un plastiquito entre los dientes que sujetaba con su mano derecha pegada a sus labios. De repente la profesora miró hacia nosotras fijamente. Yo del susto me tragué el chicle antes de ser descubierta. La profesora miró a mi vecina y le preguntó: “¿Tienes hambre?”, se hizo un gran suspense y silencio. Minutos después le hizo subir un plato de lentejas del comedor ¡Nunca más nadie se atrevió a entrar en clase mascando chicle o a morderse las uñas!

¡Gracias, Sor Sol Myriam! Ha sido una suerte poder escuchar tu testimonio y conocerte. Contamos con tus oraciones para las Alumni del colegio Guadalaviar.

 

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